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Ante la llegada de la nueva era

La Televisión Digital Terrestre es una nueva realidad (aunque hablamos de nueva realidad cuando hace ya varios años que se impulsó el plan técnico nacional de la televisión digital terrenal por Real Decreto), una gran oportunidad de renovación acelerada de los parques de televisores, ya que actualmente todos son analógicos y nos encaminamos hacia el archinombrado apagón. Hay que contemplar un plan de migración con un período transitorio que llegará hasta el 2010. El cambio digital supondrá que todos los televidentes se verán en la necesidad de cambiar de televisor o de comprar un descodificador para seguir conectado a la realidad televisiva, la que abre las puertas a la interactividad, la televisión a la carta o los servicios multimedia. Un acontecimiento que se me antoja crucial, muy cercana a la producida por el cambio de la peseta al euro, de una trascendencia que algunos comparan con el cambio del blanco y negro al color.
Mientras nos acercamos a la fecha del cambio, el reparto de frecuencias a nuevas emisoras y la reasignación de las antiguas configurará un nuevo escenario televisivo en el que tendrán que convivir las televisiones públicas y las privadas, las abiertas y las de pago durante muchos años, y se presenta un complicado entramado de intereses. El mapa televisivo español está ahora sujeto a una maraña de normas jurídicas, con cruces y acumulaciones de leyes y reglamentos que impiden el normal funcionamiento del sector. Resulta casi imposible cumplir una norma sin que se esté al borde de vulnerar otra. Y junto a este enjambre legislativo, se encuentran las habituales discrepancias en el terreno político, económico y empresarial, o en la intersección de estos tres.
Ante este panorama, queda la duda de si se ha legislado con demasiada celeridad y lo difícil que resulta el consenso, en diversos terrenos, en cambios tan importantes como éste que acontece.

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